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Ocho Millones de Maneras de Morir (Hal Ashby, 1986)


Título original: Eight Millions Ways to Die
Año: 1986
Duración: 115 minutos
Dirección: Hal Ashby
Guión: Oliver Stone, David Lee Henry, adaptación de la novela homónima de Lawrence Block

A veces uno tiene la posibilidad de ver películas que en un principio ni se plantearía, y el caso de hoy entra dentro de esos parámetros. Si no llega a ser por un compañero de trabajo que puso esta película para pasar el rato, yo jamás la hubiera visto, ya que no me atraía para nada. Pero claro, a veces salta la sorpresa (pero sólo a veces, ¿eh?)


Ocho Millones de Maneras de Morir es un thriller de acción rodado a mediados de los ´80, y como tal, contiene un alto nivel en el metraje de la esencia de esa década tan particular en el mundo del cine. Hal Ashby, su director, ganó un Óscar en 1967 al Mejor Montaje por su labor en  En el Calor de la Noche, y fue nominado como Mejor Director por El Regreso en 1978. Tuvo una vida bastante ajetreada, llena de escarceos con las drogas y un excentricismo agudo, que le hizo perder muchos puntos entre los críticos del mundo del cine. De hecho, esta película de la que hoy os hablo supuso un auténtico fracaso tanto por parte de crítica como de público, e incluso el guión, en parte obra de Oliver Stone, fue criticado por su complejidad y sus personajes y tramas confusos.


Lo cierto es que Ocho Millones de Maneras de Morir es un film correcto en numerosos aspectos que sirve como una especie de compendio de la tendencias cinematográficas de la época del género de acción, thriller y drama policial. El argumento nos cuenta que Scudder (Jeff Bridges), un ex detective de la brigada de narcóticos, intenta superar el alcoholismo y recuperar su vida personal y profesional mientras se verá envuevlto en el asesinato de una prostituta en los ambientes más marginales de Los Ángeles. En el transcurso de la investigación, se enamora de otra prostituta (Rosanna Arquette) que se mezclará en su vida y en su investigación sin comerlo ni beberlo.


La interpretación de Jeff Bridges fue muy aplaudida y recuerda a la realizada en el film de Sidney Lumet A la mañana siguiente, donde curiosamente también interpretaba a un ex policía y ex alcohólico. En el lado moral opuesto al personaje de Bridges tenemos a Andy García en una de sus tempranas interpretaciones, dando vida a un histriónico y muy particular villano de la función con, como no podía ser de otra forma, raíces hispanas.


En definitiva, una película que cumple con el objetivo de entretener y plantear una historia construida decentemente, sin alardes técnicos ni giros inverosímiles de guión, como mandaban los cánones de la época, que cuenta a su favor con una atmósfera dura y decayente, crítica con la sociedad de la época y sus problemas, con un par de buenos actores al frente y disfrutable a pesar de sus casi dos horas de duración acercándose, como suelo recomendar en estos casos, sin demasiadas pretensiones ni expectativas. Con la simple intención de pasar el rato, Ocho Millones de Maneras de Morir cumple el objetivo.

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